Columna de Opinión: El derecho a cuidar y ser cuidados
Los cuidados están asociados al ciclo de vida de todas las personas. Todas y todos recibiremos y/o entregaremos cuidados en algún momento de nuestras vidas. Estos pueden variar en su intensidad según la edad, como sucede en la primera infancia o con las personas mayores, o también a partir del grado de dependencia que una persona tenga, por ejemplo, las personas postradas o con algunas personas con discapacidad. Lo cierto es que cuidar o ser cuidado es una experiencia transversal a la vida en sociedad.
Hasta ahora, sin embargo, las necesidades de cuidados han tendido a verse y abordarse de manera privada, como algo que debe ser resuelto al interior del hogar, siendo responsabilidad, la mayoría de las veces, de las mujeres. Sin mayor esfuerzo, probablemente todos y todas tengamos el recuerdo de alguna mujer cercana que ha dedicado parte importante de su vida a cuidar a otros. Así lo confirman también los datos: según una estimación del Banco Central (2020), las mujeres dedican 2,8 veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado, lo que incluye las labores de cuidado.
Desde el gobierno del Presidente Gabriel Boric buscamos invertir ese supuesto: los cuidados no son sólo un problema individual o familiar, son ante todo un problema social y constituyen un cimiento imprescindible de nuestra vida en común. Considerar los cuidados de este modo y ponerlos en el centro de la política pública permite aportar, además, a la superación de la pobreza, de la desigualdad y de distintas formas de vulnerabilidad social.
No reconocer el carácter social de los cuidados tiene consecuencias negativas importantes. Entre ellas, quizás la más clara es mantener la desigualdad de acceso a las prestaciones requeridas por las personas que necesitan cuidados. Junto con ello, de manera menos evidente pero igualmente relevante, esta falta de reconocimiento mantiene la invisibilización del trabajo de cuidados y de las personas que lo realizan -en su mayoría mujeres. Al ser una actividad que tiende a desarrollarse dentro de la familia y de manera no remunerada, muchas veces no se considera como trabajo.
Si miramos con más detenimiento, la carga (física, horaria, mental) de las labores de cuidado no sólo hacen evidente su carácter de trabajo, también lo hace su aporte a la economía nacional: más de 25% del PIB ampliado. Esta invisibilización provoca una sistemática postergación de las personas que cuidan, quienes muchas veces tienen que dejar de trabajar remuneradamente, de hacer actividades de realización personal, de socializar, de asistir a sus controles médicos, entre otras cosas, entregando todo su tiempo y, en definitiva, su vida, a la o las personas a su cargo.
Esta es una situación de la que buscamos hacernos cargo con la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados, porque se trata de una problemática central en la que el Estado debe hacerse parte. ¿Y qué es un Sistema de Cuidados? Es un conjunto de políticas encaminadas a concretar una nueva organización social de los cuidados, en la que el Estado tendrá el rol de garantizar el derecho de quienes requieren cuidados, articulando programas y servicios y mejorando la oferta existente en esa materia; al mismo tiempo que genera mecanismos que reconozcan, reduzcan y redistribuyan las labores de cuidados en la sociedad -lo que llamamos corresponsabilidad-, permitiendo que dejen de ser un trabajo asumido casi exclusivamente por las mujeres, aportando con ello a la superación de desigualdades y vulnerabilidades de quienes ejercen los cuidados.
Esta es una de las reformas estructurales más distintivas de nuestro programa de gobierno, pues pone en el centro a las personas y sus necesidades, promoviendo la asistencia y la autonomía de quienes requieren cuidados, reconociendo, a su vez, a quienes cuidan y su aporte a la economía, al desarrollo y al conjunto del país. Hoy estamos abocados a esta tarea, que es tan grande como desafiante, porque tenemos la seguridad de que mejorará la vida de miles de chilenas y chilenos.
Los cuidados están asociados al ciclo de vida de todas las personas. Todas y todos recibiremos y/o entregaremos cuidados en algún momento de nuestras vidas. Estos pueden variar en su intensidad según la edad, como sucede en la primera infancia o con las personas mayores, o también a partir del grado de dependencia que una persona tenga, por ejemplo, las personas postradas o con algunas personas con discapacidad. Lo cierto es que cuidar o ser cuidado es una experiencia transversal a la vida en sociedad.
Hasta ahora, sin embargo, las necesidades de cuidados han tendido a verse y abordarse de manera privada, como algo que debe ser resuelto al interior del hogar, siendo responsabilidad, la mayoría de las veces, de las mujeres. Sin mayor esfuerzo, probablemente todos y todas tengamos el recuerdo de alguna mujer cercana que ha dedicado parte importante de su vida a cuidar a otros. Así lo confirman también los datos: según una estimación del Banco Central (2020), las mujeres dedican 2,8 veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado, lo que incluye las labores de cuidado.
Desde el gobierno del Presidente Gabriel Boric buscamos invertir ese supuesto: los cuidados no son sólo un problema individual o familiar, son ante todo un problema social y constituyen un cimiento imprescindible de nuestra vida en común. Considerar los cuidados de este modo y ponerlos en el centro de la política pública permite aportar, además, a la superación de la pobreza, de la desigualdad y de distintas formas de vulnerabilidad social.
No reconocer el carácter social de los cuidados tiene consecuencias negativas importantes. Entre ellas, quizás la más clara es mantener la desigualdad de acceso a las prestaciones requeridas por las personas que necesitan cuidados. Junto con ello, de manera menos evidente pero igualmente relevante, esta falta de reconocimiento mantiene la invisibilización del trabajo de cuidados y de las personas que lo realizan -en su mayoría mujeres. Al ser una actividad que tiende a desarrollarse dentro de la familia y de manera no remunerada, muchas veces no se considera como trabajo.
Si miramos con más detenimiento, la carga (física, horaria, mental) de las labores de cuidado no sólo hacen evidente su carácter de trabajo, también lo hace su aporte a la economía nacional: más de 25% del PIB ampliado. Esta invisibilización provoca una sistemática postergación de las personas que cuidan, quienes muchas veces tienen que dejar de trabajar remuneradamente, de hacer actividades de realización personal, de socializar, de asistir a sus controles médicos, entre otras cosas, entregando todo su tiempo y, en definitiva, su vida, a la o las personas a su cargo.
Esta es una situación de la que buscamos hacernos cargo con la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados, porque se trata de una problemática central en la que el Estado debe hacerse parte. ¿Y qué es un Sistema de Cuidados? Es un conjunto de políticas encaminadas a concretar una nueva organización social de los cuidados, en la que el Estado tendrá el rol de garantizar el derecho de quienes requieren cuidados, articulando programas y servicios y mejorando la oferta existente en esa materia; al mismo tiempo que genera mecanismos que reconozcan, reduzcan y redistribuyan las labores de cuidados en la sociedad -lo que llamamos corresponsabilidad-, permitiendo que dejen de ser un trabajo asumido casi exclusivamente por las mujeres, aportando con ello a la superación de desigualdades y vulnerabilidades de quienes ejercen los cuidados.
Esta es una de las reformas estructurales más distintivas de nuestro programa de gobierno, pues pone en el centro a las personas y sus necesidades, promoviendo la asistencia y la autonomía de quienes requieren cuidados, reconociendo, a su vez, a quienes cuidan y su aporte a la economía, al desarrollo y al conjunto del país. Hoy estamos abocados a esta tarea, que es tan grande como desafiante, porque tenemos la seguridad de que mejorará la vida de miles de chilenas y chilenos.