Entrevista Nieve González: “No permitamos que nunca más esto vuelva a suceder, tenemos que defender nuestra democracia”
“Eran inicios de los años 80’ y mi hija estaba recién nacida”. Nieve González, usuaria del Programa Red Local de Apoyos y Cuidados en la comuna de Santiago desde 2018, conmemora los años de la dictadura cívico militar, la que asegura “nos vino a destruir toda la vida”.
Su hija había nacido hace muy poco cuando se le perdió el rastro a su papá, Osvaldo Flores, ‘el flaquito’. “Yo de partida no sabía que estaba en el MIR, pero si sabía que tenía mucho que ver con la izquierda para luchar y derrocar a este dictador”, asegura. Y recuerda que cuando desapareció “había habido muchos desaparecidos, mucha gente muerta, entonces fui a la Vicaría a preguntar qué podía hacer, cómo me podían orientar y me iban a poner una protección especial porque yo además tenía a la Macarena chiquitita. Ayudaron a muchas personas”.
“Un día me llaman y me preguntan si yo lo quiero ver, saber de él, y yo obvio que dije que sí y me llevan, él estaba en una casa, yo tuve que ir con los ojos cerrados y tiritando, asustada, ahí lo vi mal, derrotado, barbón, sucio y era porque no estaba resistiendo. Después me llevaron otra vez, pero yo no podía hacer preguntas ni nada, y a la tercera vez me dijeron que él quería ver a la guagüita y yo pensé que quizás esa era la única manera para que él se diera valor y reaccionara, porque quería matarse. Ahí me dijeron que me lo trajera a la casa porque él estaba con mucha depresión, así que nos trajeron de madrugada con los ojos vendados y con mi chiquitita”, señala.
Nieve recuerda que ‘el flaquito’ estaba muy débil y no podía levantarse, así que junto a su sobrino lo ejercitaban para que no se agravara. “Vino un doctor, yo tenía que abrir la puerta no más, y entró este joven, se abrió la parka y era como una clínica completa, remedios, cosas para examinar, así que revisó a la niña y a él le dieron unos calmantes, entonces despertaba para comer no más”, dice.
Un día él flaquito’ fue delatado y estaba tan débil que, aunque le ofrecieron huir amparado por la Vicaría, él no pudo hacerlo. Entonces allanaron la casa. Tocaron el timbre y dos agentes de la CNI ingresaron mientras otros caían desde el techo hacia el parrón en el patio. “Lo encadenaron, lo empujaron, le pegaban, a mí me empujaban, nos pusieron rifles y metralletas en la cabeza, pellizcaban a la Macarena y ella gritaba porque era chiquitita, y yo no sabía más, afortunadamente no sabía más, pero aunque hubiera sabido yo no hubiera hablado”, reconoce.
Luego se llevaban al ‘flaquito’ por unos días y lo traían de vuelta por si se comunicaba con sus compañeros del MIR. Nieve asegura que “lo trajeron para que cuando llamaran de nuevo él se pusiera al teléfono, y él le dice que si se pone al teléfono no le van a creer, pero lo ponen igual al teléfono apuntándonos. A él le daban culatazos en la cabeza para que hablara y a mí me enterraban el arma en el estómago. Estuvieron hartos días acá y yo hasta para ir a lavar los pañales tenía que ir con tres o cuatro que me apuntaban con metralletas”.
Finalmente lo llevaron a la cárcel y estuvo detenido por varios años, primero en la ex penitenciaría en Pedro Montt, después lo trasladaron a San Bernardo y luego a Puente Alto. “Ahí en la penitenciaría estaba con 70 presos políticos, así que yo iba tempranito, hacía unos queques, 70 porciones, 70 pan amasados, nunca se me van a olvidar los 70, porque ellos compartían todo, todo, todo”, comenta. Y agrega que en esos años tuvieron que organizar las navidades para las hijas e hijos de los presos políticos. “La Macarena no iba porque iban los otros hijos del ‘flaquito’. Yo feliz de preparar las navidades con mi mamá para tantos niñitos de los presos políticos. Les comprábamos los regalos y ellos (los presos políticos) hacían muchas obras en la cárcel, aparte estudiaban, tenían que ayudar a los presos comunes y tenían un encargado para tratar con ellos: ese era el ‘flaquito’. Ahí empezaron ellos a hacerles los escritos legales porque ellos no podían tomar abogados. Había muchos presos políticos que eran profesionales, así que formaron escuelas, les hacían clases, fueron labores bien bonitas que existieron”, asevera.
“Fue un largo y difícil caminar” dice Nieve. “La CNI nos siguió día y noche. Yo no sabía quiénes eran, autos, camionetas, furgones, se vino a vivir mi mamá aquí para acompañarme y le vinieron dos pre infartos del susto. Yo fui a la Fiscalía varias veces y no me querían atender, pero yo me paraba ahí con mi Macarena en brazos por horas, hasta que me atendía el fiscal, ahí yo les explicaba que nos seguían a cada rato y lo que estaba sufriendo mi mamá, vivíamos en ascuas”, lamenta.
Osvaldo Flores, ‘el flaquito’, falleció hace algunos meses y Nieve recuerda su legado y su lucha por un país mejor. “No permitamos que nunca más esto vuelva a suceder. Tenemos que defender nuestra democracia, nuestra gente, nuestros niños, no lo permitamos nunca más, la gente ahora se desilusiona, pero se desilusionan por tan poco. Tenemos que luchar para lograr nuestros objetivos. No es tan fácil, nosotros salíamos en las marchas, nos tiraban el guanaco, lanza humos, de todo, pero al otro día estábamos listos para salir y así lo logramos, logramos la democracia”, concluye.

“Eran inicios de los años 80’ y mi hija estaba recién nacida”. Nieve González, usuaria del Programa Red Local de Apoyos y Cuidados en la comuna de Santiago desde 2018, conmemora los años de la dictadura cívico militar, la que asegura “nos vino a destruir toda la vida”.
Su hija había nacido hace muy poco cuando se le perdió el rastro a su papá, Osvaldo Flores, ‘el flaquito’. “Yo de partida no sabía que estaba en el MIR, pero si sabía que tenía mucho que ver con la izquierda para luchar y derrocar a este dictador”, asegura. Y recuerda que cuando desapareció “había habido muchos desaparecidos, mucha gente muerta, entonces fui a la Vicaría a preguntar qué podía hacer, cómo me podían orientar y me iban a poner una protección especial porque yo además tenía a la Macarena chiquitita. Ayudaron a muchas personas”.
“Un día me llaman y me preguntan si yo lo quiero ver, saber de él, y yo obvio que dije que sí y me llevan, él estaba en una casa, yo tuve que ir con los ojos cerrados y tiritando, asustada, ahí lo vi mal, derrotado, barbón, sucio y era porque no estaba resistiendo. Después me llevaron otra vez, pero yo no podía hacer preguntas ni nada, y a la tercera vez me dijeron que él quería ver a la guagüita y yo pensé que quizás esa era la única manera para que él se diera valor y reaccionara, porque quería matarse. Ahí me dijeron que me lo trajera a la casa porque él estaba con mucha depresión, así que nos trajeron de madrugada con los ojos vendados y con mi chiquitita”, señala.
Nieve recuerda que ‘el flaquito’ estaba muy débil y no podía levantarse, así que junto a su sobrino lo ejercitaban para que no se agravara. “Vino un doctor, yo tenía que abrir la puerta no más, y entró este joven, se abrió la parka y era como una clínica completa, remedios, cosas para examinar, así que revisó a la niña y a él le dieron unos calmantes, entonces despertaba para comer no más”, dice.
Un día él flaquito’ fue delatado y estaba tan débil que, aunque le ofrecieron huir amparado por la Vicaría, él no pudo hacerlo. Entonces allanaron la casa. Tocaron el timbre y dos agentes de la CNI ingresaron mientras otros caían desde el techo hacia el parrón en el patio. “Lo encadenaron, lo empujaron, le pegaban, a mí me empujaban, nos pusieron rifles y metralletas en la cabeza, pellizcaban a la Macarena y ella gritaba porque era chiquitita, y yo no sabía más, afortunadamente no sabía más, pero aunque hubiera sabido yo no hubiera hablado”, reconoce.
Luego se llevaban al ‘flaquito’ por unos días y lo traían de vuelta por si se comunicaba con sus compañeros del MIR. Nieve asegura que “lo trajeron para que cuando llamaran de nuevo él se pusiera al teléfono, y él le dice que si se pone al teléfono no le van a creer, pero lo ponen igual al teléfono apuntándonos. A él le daban culatazos en la cabeza para que hablara y a mí me enterraban el arma en el estómago. Estuvieron hartos días acá y yo hasta para ir a lavar los pañales tenía que ir con tres o cuatro que me apuntaban con metralletas”.
Finalmente lo llevaron a la cárcel y estuvo detenido por varios años, primero en la ex penitenciaría en Pedro Montt, después lo trasladaron a San Bernardo y luego a Puente Alto. “Ahí en la penitenciaría estaba con 70 presos políticos, así que yo iba tempranito, hacía unos queques, 70 porciones, 70 pan amasados, nunca se me van a olvidar los 70, porque ellos compartían todo, todo, todo”, comenta. Y agrega que en esos años tuvieron que organizar las navidades para las hijas e hijos de los presos políticos. “La Macarena no iba porque iban los otros hijos del ‘flaquito’. Yo feliz de preparar las navidades con mi mamá para tantos niñitos de los presos políticos. Les comprábamos los regalos y ellos (los presos políticos) hacían muchas obras en la cárcel, aparte estudiaban, tenían que ayudar a los presos comunes y tenían un encargado para tratar con ellos: ese era el ‘flaquito’. Ahí empezaron ellos a hacerles los escritos legales porque ellos no podían tomar abogados. Había muchos presos políticos que eran profesionales, así que formaron escuelas, les hacían clases, fueron labores bien bonitas que existieron”, asevera.
“Fue un largo y difícil caminar” dice Nieve. “La CNI nos siguió día y noche. Yo no sabía quiénes eran, autos, camionetas, furgones, se vino a vivir mi mamá aquí para acompañarme y le vinieron dos pre infartos del susto. Yo fui a la Fiscalía varias veces y no me querían atender, pero yo me paraba ahí con mi Macarena en brazos por horas, hasta que me atendía el fiscal, ahí yo les explicaba que nos seguían a cada rato y lo que estaba sufriendo mi mamá, vivíamos en ascuas”, lamenta.
Osvaldo Flores, ‘el flaquito’, falleció hace algunos meses y Nieve recuerda su legado y su lucha por un país mejor. “No permitamos que nunca más esto vuelva a suceder. Tenemos que defender nuestra democracia, nuestra gente, nuestros niños, no lo permitamos nunca más, la gente ahora se desilusiona, pero se desilusionan por tan poco. Tenemos que luchar para lograr nuestros objetivos. No es tan fácil, nosotros salíamos en las marchas, nos tiraban el guanaco, lanza humos, de todo, pero al otro día estábamos listos para salir y así lo logramos, logramos la democracia”, concluye.