Experiencias de Cuidados
El cuidado y el impacto en las mujeres
Durante siglos, desde que la humanidad tiene memoria y en todas partes del mundo, han sido las mujeres las que cuidan a todos los que necesitan ser cuidados: cuidan a los niños, a los enfermos, a los discapacitados, a los ancianos, a los moribundos y hasta los heridos en las guerras.
Esta carga adicional de trabajo nunca ha sido reconocida como un trabajo. Estas tareas han sido invisibilizadas y poco valoradas incluso por las mismas mujeres.
Para mayoría de la gente es algo natural que sean las mujeres las que cumplan con este rol. Nadie toma en cuenta la voluntad de las mujeres para exigirlo como un deber ineludible, que solo se hace visible, cuando no se cumple. Desde que nacemos nos educan para cuidar a otros y si alguna mujer no cumple este imperativo social, es duramente criticada y el reproche social es implacable.
El tener que cuidar a otros en alguna etapa de sus vidas, es una circunstancia que afecta a la mayoría de las mujeres, con un costo para muchas de ellas inconmensurable. Es uno de los factores que repercute en los bajos salarios, la feminización de la pobreza, las lagunas previsionales, las dificultades que tienen las mujeres para acceder a espacios donde se toman las decisiones. Es lo que muchas veces explica las diferencias salariales entre hombres y mujeres, y que afecta los proyectos de vida y de realización de muchas. ¿Cuántas mujeres se han visto obligadas a abandonar sus profesiones, dejar de trabajar, dejar de estudiar, por cuidar a un hijo enfermo?
El “sistema de cuidados existente en Chile” se ha sustentado desde siempre en las mujeres.
El cuidado de los niños, recae sin apelación posible en sus madres o abuelas; el cuidado de las personas mayores supuestamente en las familias, pero en la práctica, casi sin excepción en las mujeres de esas familias.
Un modelo de cuidados en crisis
El crecimiento demográfico acelerado de la población mayor, producto del aumento de sus expectativas de vida, ha traído como consecuencia el aumento de personas de mayores que necesitan ayuda de manera cotidiana, para resolver aquellas necesidades que por su edad y niveles de dependencia, no pueden resolver por sí solas.
La creciente incorporación de las mujeres al trabajo remunerado choca de frente con su “obligación de cuidar” lo que hace que la demanda de cuidados vaya en aumento y la posibilidad de contar con cuidadoras se dificulta cada vez más.
En el espacio familiar se reproducen las mismas desigualdades existentes en la sociedad y son los adultos mayores los más perjudicados. Quienes tienen recursos, pueden acceder a cuidados de calidad, quienes no los tienen deben enfrentarse a una realidad cada vez más adversa. La sobrecarga de trabajo que tienen las mujeres cuando acceden al mundo del trabajo remunerado, restringe sus posibilidades de cuidar a las personas mayores ya que están obligadas a privilegiar el cuidado de sus hijos especialmente cuando son pequeños. En los estratos socio – económico más bajos es frecuente encontrar a personas mayores con dependencia que viven solas, que sus familias no pueden cuidarlas y que viven sus últimos días, desprotegidas y sin recibir los cuidados que requieren en sus domicilios.
La mayor conciencia de la población acerca de sus derechos, la lucha constante de las mujeres por una mayor participación social, las exigencias del mundo moderno y las profundas trasformaciones experimentadas por las familias chilenas, han puesto en jaque la posibilidad de continuar sustentando la demanda de cuidados a nivel social, en las familias y por ende, en el trabajo gratuito, aportado hasta ahora por las mujeres como parte del modelo cultural y económico imperante.
El viejo espejismo de que el espacio más adecuado para cuidar a una persona cuando envejece, es el seno de su familia, rodeada por el amor de sus hijos y cuidada por sus hijas, ya no funciona. La dura realidad de la mayoría de las mujeres que necesitan trabajar para asegurar la subsistencia de su grupo familiar, impide que sigan haciéndose cargo del cuidado de todos los miembros de sus familias que lo necesiten. Los cambios en la estructura de las familias chilenas dentro de las cuales más de la cuarta parte de ellas son mononucleares y las jefas de hogar son mujeres, los presupuestos familiares precarios, la inexistencia o disfuncionalidad de algunas familias, las jornadas laborales extensas aumentadas por las distancias entre las viviendas y los lugares de trabajo, el tamaño de las viviendas, la peligrosidad de los barrios hacen ilusoria cualquier política pública que no se base en la realidad actual de la mujeres y sus familias y que no haga corresponsable a la sociedad en su conjunto del vacío que se ha generado en la función social del cuidado de las personas dependientes.
Importancia de la ratificación de la Convención de Derechos Humanos
La Convención Interamericana de los Derechos Humanos de las Personas Mayores recientemente suscrita por Chile y aprobada de manera unánime por el parlamento, reconoce que el cuidado de las personas, es una función social y un derecho, al igual que el derecho a la salud, y debe ser garantizado por el Estado.
Esta nueva realidad obligará de ahora en adelante, a los gobiernos de Chile a destinar recursos y a generar nuevas políticas y mecanismos que permitan garantizar el cumplimiento de este derecho humano reconocido y comprometido en la Convención.
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Paulina Weber
Directora del Movimiento de Emancipación de Mujeres Chilenas – MEMCH-